I am, I am, I am
Llevaba tiempo queriendo escribir algo sobre el último libro de Maggie O´Farrell, una escritora a la que me aficioné a partir de la lectura en español de su novela La extraña desaparición de Esme Lennox. He seguido leyéndola, en inglés o en español, y disfrutándola, aunque no todos los libros me han gustado de la misma manera ni en la misma proporción. Mi favorito continúa siendo Instrucciones para una ola de calor.
Su octavo libro, sin embargo, no pertenece a la narrativa de ficción sino al de la autobiografía, aunque no estén tan alejadas la una de la otra, pues en último término, seleccionar de entre todos los episodios de la propia vida aquellos que van a ser materia de escritura y elegir la voz que vaya a contarlos, implica sin duda alguna un proceso de invención o, mejor dicho, de re-invención.
El orden de las casualidades quiso que, al tiempo que encontraba en las librerías las memorias en inglés de Maggie O´Farrel bajo el título I am I am I am, en Página 2 recomendaran La maleta de Serguéi Dovlátov, y a mí me diera por releer, en inglés, The bell Jar de Sylvia Plath. Como diría Uma Thurman a John Travolta cuando este le pregunta en Pulp Fiction dónde está el baño porque se está meando: Too much information. Recapitulando: Tanto la escritora de Irlanda del Norte, Maggie O´Farrell, como el ruso Dovlátov, abordan el género de las memorias desde una perspectiva que no es la del orden cronológico de acontecimientos, sea en sentido directo (desde el nacimiento) o inverso (desde el momento en que deciden empezar a escribir, ya al borde del abismo, hasta el inicio de todos los todos). Ni él ni ella han cumplido cincuenta años cuando escriben estos libros, aunque a Dovlátov solo le queden cuatro de vida desde su publicación en 1986. Too much vodka. Ambos parten de un interior muy tangible (O´Farrell de su cuerpo, Dovlátov de su maleta) para ir extrayendo los órganos o los objetos que han hecho de ellos lo que son: un cuello que pudo haber sido estrangulado por un psicópata a la edad de dieciocho años, tres pares de calcetines finlandeses de los doscientos cincuenta que le tocaron en una fallida operación ilegal en la Unión Soviética, un abdomen que sufre durante un parto mal tratado, un par de zapatos robados al presidente del Comité ejecutivo municipal de Leningrado, pulmones llenos de agua, la chaqueta heredada del pintor Fernand Léger,…
Maggie O´Farrell toma prestado su título I am, I am, I am de dos citas de La campana de cristal de la autora estadounidense Sylvia Plath, a la que al final no sirvieron de mucho, y lo convierte en un canto de afirmación, un sí a la vida que ha estado a punto de perder en unas cuantas ocasiones pero que ha logrado conservar. Para lo esencial, como descubre Dovlátov cuando está a punto de marchar al exilio neoyorkino, ni siquiera hacen falta tres maletas. Sobra con una. Y qué curioso, nos recuerda el autor al final del libro, que cada libro, incluso los no muy serios, tenga la forma de una maleta.